Querido y admirado Ariel: Te escribo 48 horas antes de tu anunciada llegada a Miami porque quería estar entre los primeros en darte la bienvenida. Aquí—además de recibir el amor y la admiración de un exilio agradecido—serás atendido de urgencia de las mortíferas dolencias inoculadas en tu cuerpo, otrora atlético y saludable, por la maquinaria despiadada de una tiranía obsoleta. Como dijo tu hermano Miguel, los verdugos de nuestro pueblo descargaron sobre tu cuerpo el odio contra una familia dispuesta a morir por el ideal de una Cuba libre. Los hijos de Gloria eran un ejemplo muy peligroso para su régimen de oprobio y contigo quisieron dar una lección y una muestra de su capacidad para el ensañamiento.
Algunos oportunistas y no pocos protagonistas se adjudicarán ahora el mérito de tu excarcelación y de tu salida al exilio. Todos sabemos quienes son y no vamos a mencionarlos para no enlodar esta nota de admiración y cariño por un adalid iluminado de nuestra lucha por la libertad. Un hombre que, aún en los momentos de mayor agresión y vulnerabilidad física, ha mantenido la calma y se ha enfrentado al aparato represivo de la tiranía. Así quedó demostrado cuando el 18 de julio exigiste tu permiso de salida y desafiaste a plena luz del día a los esbirros del régimen en el centro de la ciudad de Matanzas. Por lo tanto, tu salida de Cuba no es una limosna dada por el régimen a los cómplices que le hacen el juego sino el resultado de tu integridad de carácter y de tu inconmensurable valor personal.
Por otra parte, muchos se asombrarán de tu despliegue inaudito de coraje. Pero no quienes hemos tenido la fortuna de conocer la trayectoria de patriotismo, dignidad y vergüenza del clan de mambíses (mambíes para los eruditos) que son los Sigler Amaya. Una gente que ni se cansa, ni se rinde, ni se vende. Una familia donde el servicio a Cuba no guarda la más mínima relación con el almanaque. Porque en ustedes la militancia democrática y libertaria empezó en una recia matrona octogenaria y continua en unos bisnietos que hace muy poco tiempo dieron sus primeros pasos. De ahí que la dinastía patriótica de los Sigler Amaya infunda un terror pavoroso y un odio vitriólico a la dinastía apátrida de los Castro.
Visto desde un ángulo doloroso, no caben dudas de que tu larga y traumática agonía del presidio dejará en ti profundas huellas físicas y psicológicas que te afectarán por el resto de tu vida. Esa ha sido tu generosa contribución a la causa de nuestra libertad. Pero este inmenso sacrificio tendrá también su recompensa. Son pocos los cubanos que, como tú, cuentan los hermanos por millones. Junto a Juan Francisco, Gerardo, Guido, Miguel y María Victoria—hermanos de carne y sangre que contigo nacieron del vientre privilegiado de Gloria—hay millones de hombres y mujeres que a lo largo y ancho de la patria se sienten hijos espirituales de Gloria Amaya.
Hace ya mucho tiempo, un uruguayo erudito escribió una obra que lleva por título tu nombre. El personaje de “Ariel” en la obra de José Enrique Rodó era un hombre idealista que personificó el triunfo del espíritu sobre la materia y la lucha del hombre por la libertad frente al totalitarismo. Tú has llevado esa lucha y esos ideales a la dimensión heroica del sacrificio personal y tu ejemplo señala el derrotero de nuestro inminente amanecer de libertad.
Miami, Florida, 7-26-2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario