En su cuarta oportunidad de aprovechar la tradicional fecha del 26 de julio para lanzar al menos una señal de cambio, Raúl Castro declinó el privilegio de resumir el acto más importante del año delegando el honor en el dirigente político que personifica el inmovilismo: José Ramón Machado Ventura.
Envío mi más sentido pésame a todos aquellos que mantenían la ilusión de que esta vez sí se anunciaría el ya mítico “paquete de medidas” que cada cual ha imaginado según sus propios intereses: autorización a fundar pequeñas empresas, liberalización de la venta de autos y viviendas, fin de las restricciones migratorias y ¿por qué no? despenalizar la discrepancia política y empoderar al pueblo de la única forma posible: otorgando a los ciudadanos los plenos derechos de expresión y de asociación.
No digo que “los acompaño en su sentimiento” porque hace mucho rato me convencí de que nuestros gobernantes están incapacitados para impulsar los cambios que la nación demanda. Siguen comprando tiempo, pero cada día tienen menos capital político y cada día queda menos tiempo en el mercado. Llegará el momento en que sus bolsas estén vacías de promesas y vanas dilaciones y ya no quede ni un minuto de paciencia.
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